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Ejercicio inocuo. Impublicable.

 He vuelto a ver  el café natural el zángano italiano el pesto congelado. -si no viajas  escribe, si estás sin horas crea tu día si ves terror escribe tu queja- da forma a tu poema no abandones la poesía,  jamás. Ni el verso roto,  ni la lectura del folio.

Costumbre de una receta.

 Con las gafas azules de espejo que piden lágrimas en la madrugada de esos años.

Paisajes del deshielo.

 El letargo marrón dónde oigo como brisa salada conversaciones cansadas de pasado. Seguros del futuro los hablantes aún ríen su burla indignada.  En la habitación la receta en la mesa, destinada seducción de besos de madre.  Todo tan etéreo como el humo para el tacto que fluye con significado de historia.

Sin pureza.

 Pertenezco al aprendizaje de unas palmas de flamenco.  Hablo de lo que atravesé en una estación, en un parque, en una sombra de otra ciudad.  A la humedad de la sal ante las espinas casi curadas que en las agujas del reloj plano crearon su defensa de calcetines calados, de faldas de tablas, de tardes de domingo, de tu educación sentimental.  A la invención de historias de aventuras que merodean la arena oscura de la que ya no queda casi.  A la ronda serena de la noche corta.  Al adjetivo lavanda que persigo en tu nombre. A Miguel y a un labrador.  Aún después de todo sigo perteneciendo a tu bolso marrón.

Después de Ana.

 La palabra rubor me recuerda a ti. El color, la mirada inquieta las ganas de hacer; nuestra frecuencia, las velas, un cigarro, las madrugadas de autos.  Aún una Granada roja como un poema fluyendo en agua, como el cielo en Venus…

Como una letanía.

 Así tus manos de alcoba hablándome en femenino gritaron de noche y deseo en un hotel de Colonia. Así cerraron mi puerta de luciérnaga en catedral gótica. Así como su fachada  cubierta de tiempo. Así, con ello, te llamo cada día para escucharte un te quiero.

Sin tu mirar al pasar.

 Irreverente como tú, como un guiño como el trabajo sin pauta como la sal en la boca con sabor a tequila con chocolate igual que tu lengua que entra en mi boca de humo pidiendo permiso a mi madre bella como lo informe desnuda como mi cama como unos dedos diciendo te quiero. Así es. Tu forma de Amar.

Casi sumergida.

 Con la rabia  sin grano con la plaza dónde observo acodados insectos. Lejos sin sombrero oscilante cual viento en una hoja. Miro tu parque Amor y tu pelo  siempre en tu pelo. Es entonces que tengo un sueño. Las letras de un libro acuden a tu boca mientras besas mis preguntas -No sé tanto de ti  como en tu ausencia- somos tal vez mujeres que piensan solas que todo es posible.

Futuro diálogo.

 Tus besos, California, los traía Allure. Son el enigma de la barra de labios de nuestra historia a medias. Son el secreto de estar escribiendo el olvido, de los árboles de casa. Son la no molestia de los otros. Son rojos - revelas- como la ciudad deseo.

Fundación mi cama.

 Veo una mancha que anticipa cual cámara sagrada el suceso de la noche. Despierta de humo el correr de las voces continúa acojo  una pregunta ¿ qué es un ser transversal?

En un Atenas presocrático.

 Cómo no dudar si soy esclava  como racimo de uva como fábula elegante en misionero herido. Cómo no dudar me digo si mi dudar errante de regocijo ingrato pelea con mi sombra. Cómo no dudar exclamo si al pasar no nombro ni mi huella.

Elegía.

 Dentro con tu mano cálida miro hacia la ventana durmiente del castillo construido de ogros forjado con blanca luna palaciega. Despacio borro la memoria de fantasmas  para que comience de nuevo tu beso con el mío en  el despertar ingrato  del humo o la fortuna.

Sujeto de humo.

Humo. Respira la sombra deshecha de la locura de los días leídos del lugar que habita, del pasar de las voces. Me descubro en objeto de estudio en animal íntimo, en sujeto de humo. Mimo la niebla todavía. 

Con viento favorable.

 Basta de exigencias para conmigo arrancado el laurel de la escalera lugar del miedo  de la estrella y la lavanda he prometido argumentarte cada página azul mediterráneo mientras soplas en mi frente de ganas versos y títulos.

Síndrome de la Impostora.

Debo romper con esa inercia con ese sueño de tenerte en palabras. Debo romper con ese trapo rojo que avecina naufragios. Debo en otra parte encontrarte como un ancestro que soplará la herida. Así de una vez por todas  acabaré con la inercia de ese sueño.

Equidistante.

  Tomar distancia. Palabras henchidas de ingenuidad en los sillones verdes se vuelven en el sueño pautas y silencios. Quietos los pasos del viajero urbano blancas de cristales pueblan el suelo. La dama sube, ve,  sueña. Cigarra y hormiga esperan en el tragaluz de la escalera.                   

Todo humo.

  Pesadillas diurnas. Conozco la casa. El suelo está yermo de abrigo. La rodea la mentira en las sábanas limpias en el cuento del lavabo. Fría macabra húmeda ajena triste melancólica obviada de lámparas y alondras como el balcón sin semillas del tercero. Victoria y una margarita blanca traen gotas de lluvia a mi mejilla.

Casi un comité natalicio.

 La vuelta al mundo en 80 días. Desenhebran mi espalda de humo tiples de metálica voz. Aúllo en llanto color magenta como carne separada. Se llena Marte vacían la tierra cráteres de luna musaraña incierta. Somos en un artefacto funesto de fibra óptica.

Casi una religión.

 Circe Puedo verla entrar acomodarse en un planetario que estudia la luna. Permanecer al cuidado de palabras de amor. Domesticar al lado del lobo. Elaborar monedas dónde alimenta sueños. Mirar sus ojos deshecha.