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Mostrando entradas de mayo, 2025

Costumbre de una receta.

 Con las gafas azules de espejo que piden lágrimas en la madrugada de esos años.

Paisajes del deshielo.

 El letargo marrón dónde oigo como brisa salada conversaciones cansadas de pasado. Seguros del futuro los hablantes aún ríen su burla indignada.  En la habitación la receta en la mesa, destinada seducción de besos de madre.  Todo tan etéreo como el humo para el tacto que fluye con significado de historia.

Sin pureza.

 Pertenezco al aprendizaje de unas palmas de flamenco.  Hablo de lo que atravesé en una estación, en un parque, en una sombra de otra ciudad.  A la humedad de la sal ante las espinas casi curadas que en las agujas del reloj plano crearon su defensa de calcetines calados, de faldas de tablas, de tardes de domingo, de tu educación sentimental.  A la invención de historias de aventuras que merodean la arena oscura de la que ya no queda casi.  A la ronda serena de la noche corta.  Al adjetivo lavanda que persigo en tu nombre. A Miguel y a un labrador.  Aún después de todo sigo perteneciendo a tu bolso marrón.

Después de Ana.

 La palabra rubor me recuerda a ti. El color, la mirada inquieta las ganas de hacer; nuestra frecuencia, las velas, un cigarro, las madrugadas de autos.  Aún una Granada roja como un poema fluyendo en agua, como el cielo en Venus…

Como una letanía.

 Así tus manos de alcoba hablándome en femenino gritaron de noche y deseo en un hotel de Colonia. Así cerraron mi puerta de luciérnaga en catedral gótica. Así como su fachada  cubierta de tiempo. Así, con ello, te llamo cada día para escucharte un te quiero.

Sin tu mirar al pasar.

 Irreverente como tú, como un guiño como el trabajo sin pauta como la sal en la boca con sabor a tequila con chocolate igual que tu lengua que entra en mi boca de humo pidiendo permiso a mi madre bella como lo informe desnuda como mi cama como unos dedos diciendo te quiero. Así es. Tu forma de Amar.